Hace ya  años que vives en Barcelona. ¿Qué te motivó a instalarte aquí?
Vivo en Barcelona desde el año 1983. Vine, porque mi pareja en aquel momento había conseguido entrar en el Instituto del Teatro y yo estaba en crisis con mi anterior profesión, la Asistencia Social. Quería cambiar de vida y  vine a Barcelona.

¿Cómo empezó tu interés por la joyería?
Fue curioso. Tuve una tuberculosis cuando tenía 13 años. Pasé unos meses en un sanatorio en la Selva Negra, y para que me entretuviera, mi madre me regalo unos alicates, un rollo de hilo plateado y unas instrucciones para hacer cadenas. Y así fue como empecé.

¿Te influenció el trabajo de algún artista o joyero en tus inicios?
No lo sé exactamente, pero me gustaba mucho el trabajo de Hermann Jünger, también el de un joyero holandés que se llamaba O.Boenhoud, y los trabajos de Joaquim Capdevila y de Xavier Domènech.

¿Cuál era el  panorama de la joyería contemporánea en Cataluña y más concretamente en  Barcelona, en la década de los 80 cuando tú empezaste?
Pienso que tuve mucha suerte, en el momento en el que llegué a Barcelona había muchas ganas de hacer cosas nuevas: L’Escola Massana, Orfebres FAD, la gran exposición de Joyería Contemporánea en la Caixa…Se abrieron las primeras galerías solo dedicadas a este tipo de joyería como , Espai Positura, Hipòtesi  y unas cuantas más. Fue un muy buen momento.

Como tú misma dices, en algunas de tus piezas buscas la simbiosis entre  formas geométricas y elementos étnicos. ¿Qué significa para ti esta yuxtaposición?
Me gusta mucho la joyería étnica, pero personalmente pienso que no acaba de encajar con nuestra cultura, nuestra forma de vestir, etc…  Si me pusiera un collar Tuareg me sentiría como si estuviera disfrazada. Así que mezclo elementos étnicos con la sobriedad estética de mi origen centroeuropeo, pienso que quizás los toques de color me vienen de esa influencia. Sin embargo,  no pienso en todo eso cuando hago una pieza, la hago intuitivamente.