Las joyas de Cristina Oriach y Jorge Reina en el Itineràncies de la galería CONTEXT
El año 1985 decidisteis que queríais dedicaros a hacer joyas. ¿Qué os llevó a tomar esta decisión?
La necesidad de conseguir un medio de expresión y la consideración de que la joyería nos permitía transformar el proceso creativo en piezas concretas, reales, que una vez terminadas emprendían una existencia autónoma en la que defendían por sí mismas nuestro concepto de equilibrio, harmonía, nuestra definición de belleza. La tentación de dedicarnos a este oficio fue irresistible.
A pesar de que decís que vuestra formación es autodidacta, pensáis que os influyó el trabajo de algún artista o joyero en vuestros inicios?
Creo que decenas de creadores influyeron en nuestro trabajo. Y no solo en el campo de la joyería: pintores, arquitectos, diseñadores gráficos, de mobiliario, de iluminación, había una comunicación entre su trabajo y el nuestro. Y este diálogo continúa.
Os centrasteis en las pátinas como forma de trabajo base en vuestras joyas. ¿Qué os impulsó a escoger esta técnica?
El interés por el color. Las pátinas nos proporcionaban una gran paleta de colores que siempre podíamos hacer más amplio. En la mayor parte de la joyería que existía cuando empezamos, no se hacía demasiado uso del color y nosotros queríamos mezclar el rojo profundo con el alegre amarillo y el verde turquesa, o trabajar con los colores orgánicos, minerales, de las pátinas más sobrias; hacer piezas de un azul marino punteado de negro y dorado, y combinarlas con la luz de la plata matizada.
Jugar con el color es fascinante, y adentrarnos en el mundo arriesgado, casi alquímico de las pátinas también lo es.
Afirmáis que patinar es una labor que requiere mucho tiempo de investigación y dedicación ¿Podríais explicarlo con más detalle?
En una pátina hay dos puntos centrales, la fórmula de la disolución que utilizarás para conseguir un determinado color, y la técnica de aplicación que determines para conseguir el mejor resultado. La investigación tiene una doble variante, has de estudiar desde las formulas tradicionales y a veces crípticas, escondidas en viejos recetarios industriales, hasta los estudios más exhaustivos y contemporáneos. Después será necesario adaptar, personalizar y practicar con estas recetas. Y una vez, ya más seguro, puedes lanzarte a descubrir por ti mismo nuevas variantes y nuevas coloraciones.
Las pátinas son un proceso artesano y exigen dedicación y paciencia.
En 1990 creasteis vuestra propia empresa Oriach-Reina, iniciando el camino de la exportación y participando en diversas ferias y muestras en ciudades de Alemania, Italia y Portugal. ¿Qué valoración pensáis que tenía en aquel momento la joyería de nuestro país?
En el año 1990 eran muy pocas las empresas de nuestro país que participaban en ferias de joyería en Alemania. La fiabilidad (calidad, seriedad y responsabilidad) de nuestras empresas levantaba algunas dudas que al principio nos costó eliminar. Pero teníamos fama de creatividad y audacia, y existía interés y respeto por nuestro trabajo.
Una vez, creo que en 1993, entró una clienta en nuestro estand en Krankfurt, miró nuestras piezas de líneas arriesgadas y curvas sinuosas, y la alegre explosión de los colores, y nos preguntó intrigada:
-¿De dónde sois?- al oir nuestra respuesta dijo:
- Ah, de Barcelona, claro! – y hizo un gesto como si eso lo explicara todo.
Jamás lo olvidaremos, y vale la pena trabajar para mantener esa reputación.
¿Qué temas, aspectos proyectos centran ahora vuestro trabajo?
En este momento estamos centrados en empezar a perfilar nuestra nueva colección.